miércoles, 24 de octubre de 2018

Crítica: Quién te cantará

LXVI FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN:
"Con el mar de fondo, cual ejercicio de memoria bergmaniana en la última afrenta de la vida, nace el concepto de esta historia. Una mujer, diva y artista de tiempos pasados, abocada al ejercicio del olvido, afronta la nueva etapa de su vida. Gracias al poder de su firme consejera, en continua relación con la víctimización de la imitación, confronta a través de la mirada de Violeta los cimientos de su existencia. Una existencia que desmantelará los principios de un existencialismo que cuestiona cada uno de los valores cognitivos y morales que definen nuestra panacea social. Y es que Vermut, la gran revelación del cine de esta década, no deja que ni un ápice de sus líneas camine en el terreno de la nadería. Su cine impregnado de interesantes referentes, conforma un imaginario propio y una visión compleja y desafiante a la mirada preeminente. "Quién te cantará" nacida de la voz de Mocedades, e inmersa en un plano discursivo y narrativo de la historia, conforma su línea temporal en tres actos, al servicio de la descontrucción discursiva que plantea. Estos son la idea callada, la idea abierta y la idea construida. Así es, sobre la idea, aquello que se basa en una experiencia cognitiva y sensorial, fraguada en las dimensiones de la cultura, en síntesis con el valor definitorio del lenguaje, se formula el poder de la identidad, porque qué es esta definición, sino una activación de nuestro ideario colectivo. Sobre unas premisas cuestionadoras, arranca el primer acto en el que el individuo superpuesto se quiebra por la pérdida del subyugado, mientras que el imitador, el dependiente, vive en la inopia, ajeno a las definiciones constructivas que se formulan a su alrededor. No obstante, en esta ocasión, por pura necesidad del superpuesto, el imitador realza su condición en extraña y cuestionable actitud de felicidad. El paso al segundo acto supone el choque entre estas dos realidades, que a priori diferentes, y superpuestas en la cadena de poderes, conforman una simbiosis expresiva acerca de la quebrada realidad interior que padecen. Confrontación que nos deja en un tercer acto de absoluta desolación, que de una manera casi nihilista nos pone en duda toda la formula de ideas sobre la que planea nuestra vida. Carlos Vermut, sigue adelante, y en este triple salto mortal nos define un ejercicio que a través de la identidad nos perfila como seres inanes dependientes de los devenires terrenales. Unos devenires, que en este relato, nos lloran los síntomas de nuestro tiempo con habilidosa inteligencia, a señalar, la ambigua formulación de géneros en una arrebatadora mirada al germen femenino, como origen y valor de todo lo existente. Al igual que el mar, ese mar, que otorga y arrebata la vida, ese mar que atraviesa las inmensas cristaleras de la casa de Lila Cassen, ese mar que visualmente define cada uno de las precisas secuencias, que con solvencia compone Eduard Grau, ese mar que entre canciones de una cultura pop en declive e intrigrantes notas de una partitura latente definida con excelencia por el maestro Iglesias retumba en la cabeza de Lila, ese mar que inunda de dolor interior cada una de las diferenciadas voces de este triste relato, cuatro imponentes mujeres defendidas con extraordinaria firmeza por cuatro actrices inmensas, ese mar de principio y fin, ese mar de contradicciones, ese mar de fondo interminable, ese mar, que acompañando la última partida de la muerte será el motor irreversible de nuestra existencia."
Lo mejor: La inteligencia, la magia y la brillantez de uno de los grandes creadores de nuestro tiempo.

Lo peor: Dejarse llevar por las filigranas del envoltorio, cuando el poder del discurso navega por debajo de ese mar convulsiones.


NOTA: 8,5(****)

No hay comentarios: