martes, 13 de noviembre de 2018

Crítica: Dogman

"Inspirándose en un episodio cruento de la historia criminal italiana, Matteo Garrone, habilidoso cineasta en la construcción de espacios sociales capaces de sacudir conciencias y golpear corazones, nos presenta a Marcello, lo que se vendría a definir como un tipo corriente, un hombre habituado a su rutina, respetado por sus vecinos y admirado por su hija. Un hombre sin aspiraciones, pero si amante de su trabajo, la labor de mimar hasta al detalle a cada uno de sus perros. Así es "Dogman", un hombre que al igual que el perro (reiterado símil en la película, siempre firme en la mirada del ánimal que lo contempla) vive en una domesticación aceptada. Se basa en obviar cualquier ápice de salvaje libertad y vivir en una continua pasividad para no enfrentarse a los devenires de una sociedad absolutamente destructiva. Es significativo que, aunque al lado del mar y presente a través del sonido en la cinta, nunca se muestra enfrentado a él, salvo en momentos concretos, símbolo de ese rechazo a lo salvaje que simboliza el agua de la tierra. De igual modo que es interesante apuntar el poder cíclico de esa plaza que encerrada entre los muros de esa sociedad que te defenestra consigue convertirse en elemento de unión y diferenciación del Marcello original y el final. Porque aunque su opción es la sumisión más determinada, la irrupción del arma más salvaje, supone para el personaje protagonista abandonar ese estilo de vida y hacer frente a su naturaleza salvaje, animal, a su libertad como individuo. La presión de ese individuo corrosivo para él y su sociedad, es el arma detonante para construir el cambio de personalidad de Marcello, que al final se encuentra solo. Solo porque aunque se nos ponga a prueba para saltarnos los límites de lo imposible, se nos quiere atados y bien atados, porque esto no es más que una excusa para eliminarnos de ese grupo de insumisos pasivos. Y al final, uno acaba entendiendo el amor que siente Marcello por los perros, pues son ellos los que empatizan con nuestro estilo de vida, y se mantienen leales siempre. Garrone nos regala esta fábula, convertida también en línea definitoria de que esta forma de expresión viene a significar la domesticación de la realidad, y aunque se echa en falta cierta profundidad, y cierto recorrido más interior en la vida de nuestro protagonista y su entorno, se admira una sensibilidad discursiva y una exquisitez formal que la convierten en un ejercicio de notable madurez. La guinda del pastel la pone la magia de la matización que otorga Marcello Fonte a su personaje, confinando un salto mortal en su progresión y su sensibilización compleja de matices. Su inmenso talento pone cuerpo y alma a este personaje tan entrañable como doloroso y síntesis de un tiempo en el que por desgracia somos más esclavos de nuestros actos, que libres en nuestro continuo crecimiento."
 
Lo mejor: El enorme talento de Marcello Fonte y la sensibilidad de Matteo Garrone.


Lo peor: La necesidad de profundizar en las aristas del personaje y su entorno social.


NOTA: 8(****)

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