"Ante el masivo flujo de información, hubiese sido recurrente plantear un discurso descriptivo, basado en la categorización y en una relación sociopolítica de lo concreto a lo abstracto. Sin embargo, Rodrigo Soroyen renuncia a este fácil posicionamiento, y nos propone un juego muy interesante. A través de miradas corrientes, gestos mínimos y palabras precisas, se nos va introduciendo en la vida de unos seres humanos comunes que en su rutina van dando a forma a una extraña red de enlaces. Todo funciona bajo el umbral de la sutileza, y mediante un progreso aparentemente desordenado pero hábilmente confabulado. Seguimos sus inquietudes, sus deseos, su verdad, su moral, su realidad, y al final quedamos atrapados en esa tela de araña que perfilada con finos hilos ha conseguido introducirnos en una espiral de silencio absolutamente abrumadora. La corrupción política y sus secuaces toma aquí la mirada insólita de lo experiencial, de la vivencia en primera persona, a través de una descontextualización ingeniosa a la par que necesaria. Guiados por la firme y latente agonía audiovisual que propone Sorogoyen, en un ejercicio de comunión absoluto con una precisa fotografía de luces y sombras, una música tan taladradora como vibrante, y unas líneas de montaje que en la concantenación laberíntica consiguen su máximo aplomo, se sigue la vida silenciosa de un pobre culpable llamado Manuel, cabeza de turco de una crónica negra, que implica a todo un país en absoluta decandencia de valores. Su camino se convierte en nuestro camino y alejados del juicio moral caemos en el fondo de la tela hacia un posicionamiento peliagudo acerca de las caras del poder. Poniendo peros sobre este último tránsito, que quizás en exceso nos obliga a posicionarnos de una manera u otra, la historia de Manuel, firmemente defendido por un soberbio Antonio de la Torre, nos conduce con pasmosa habilidad a las entrañas del monstruo y nos hace sentir en primer plano las contradicciones que tan fuertemente golpean nuestra latente actualidad. Esa actualidad que define a un país en su convulsiva crisis de valores."
Lo mejor: Su visionaria mirada y la inmensidad de Antonio de la Torre.
Lo peor: Su acelerado y en cierta manera forzado posicionamiento final.
NOTA: 8,5(****)
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