martes, 24 de enero de 2012

Crítica: El Havre


El Havre: 9(*****)
Estamos acostumbrados a una visión bastante tremendista de la vida por parte del cine, que de una manera u otras ha cogido retazos de la realidad, para denunciar la injusticia social y ante ello ha ofrecido una cara negra de un laberinto en el que la única salida es la muerte o la desgracia. Conforme al paso de los años, la historia y el cine han tomado una perspectiva muy cercana a la realidad, que a veces se vuelve excesivamente apoteósica y desgraciada. Kaurismäki aprovecha su genialidad, para buscar una nueva vía de escape, una vía cercana a la locura, y al surrealismo más puro. Pero no hay que entender esta historia de esa forma, ya que sus matices nos muestran el punto más álgido de la bondad humana. Es un recorrido a través de la historia para confiar en la figura del hombre, para confiar en la bondad de los desconocidos, en que las cosas por muy negras que estén pueden ir a mejor. Kaurismäki a través de la vida de su honesto protagonista, nos llama a vivirla, y a confiar en el valor de las personas. Se rinde ante el ser humano, como el ser más perfecto que existe. Y de una manera inteligente y sutil consigues amarlo y enriquecerte de su existencia. Marcel Marx es uno de los personajes más ejemplares que la historia del cine no nos ha dado en mucho tiempo, por como desde la sencillez, la humildad, desde una situación difícil es capaz de dejar de lado su vida para dedicarse por entero a los demás. Esta filosofía parece incrédula en la actualidad que vivimos, e incluso ficticia. Pero la forma en que Kaurismäki nos la ilustra resulta un instrumento útil para darnos cuenta de que otra vida es posible. Agradeces la ternura de todos los entrañables vecinos, la cálida luz de la vida, los coloridos entornos, el acogedor pueblecito llamado el Havre. Todo en el film está diseñado de forma milimétrica, ambientación, música, fotografía, todo para conseguir captar la esencia de la película, cuyo punto álgido es la dirección de Kaurismäki, y sobre todo ese magistral guión de momentos extraordinarios. Como apunte destacar la sátira a la obra enfermiza y entramada de Kafka, otro gran genio. Esta joya es finalmente pulida, por ese esencial reparto, de voces, miradas, y gestos humildes y cargados de una naturalidad estremecedora. Destacar a André Wilms, que inunda de emociones cada una de las escenas, diciéndonos que la vida merece la pena y hay que luchar por ella. Una obra cumbre este año, con una filosofía que hace que salgas de la sala de cine con el pensamiento de cambiar muchos errores de tu vida. Porque el cine muchas veces es el motor de una vida mejor.

Lo mejor: Su filosofía de vida.

Lo peor: Puede confundirse con una sátira.

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