martes, 18 de octubre de 2011

Crítica: El árbol de la vida


El árbol de la vida: 10(*****+)
Observar, disfrutar, meditar, reflexionar, ahondar y llegar hasta las cuestiones más complejas de la humanidad, esto es lo que propone el nuevo film de Malick. Su propuesta es una de las más ambiciosas de los últimos años, es capaz de conformar preguntas tan importantes y retóricas sobre las complejidades de la vida humana, estableciendo el principio y fin de la existencia, explotando los sentimientos más íntimos, jugando con las dimensiones del universo, luchando contra las fuerzas de lo imposible, y destronando con valentía los pilares de lo establecido, una metáfora, todo un bello ejercicio de poesía, un bello poema filosófico, una muestra de maestría, de arte, de como el cine se eleva a la categoría de arte, y como puede cambiarnos y estremecernos. Un proyecto de una supremacía extraordinaria que gran parte del público no entenderá o rechazará, un film de gran riesgo y valentía para los tiempos que vivimos, toda una evocación a la meditación, a cuestionarnos que valor tenemos, una historia de bellísima rareza y extravagante estructura, que costará asimilar, contemplar y disfrutar, por su mensaje, por su exquisitez, tan poco convencional que puede causar pudor, decepción o aburrimiento, todo un logro para el cine y para el arte. Quizás el problema más importante de la película es su clímax, que juega a veces en su contra, ya que en ciertos momentos se hace eterno, incluso para la persona más reflexiva, aunque también pienso que puede que forme parte de la compleja poesía que humaniza. Todo lo que construye lo hace con maestría y con belleza, proponiendo palabras llenas de significados y regalando imágenes de gran valía. Malick ha arriesgado mucho y le ha salido muy bien, sabe dirigir y escribir las más bella de las alabanzas líricas, y para ello se acompaña de un excelente equipo técnico que funciona sobresalientemente, la ambientación es exquisita, sólida, la música de Desplat y los meditados sonidos se complementan con la belleza de Mozart, Bach, Preisner..., los efectos visuales abruman por su fuerza, por su desgarrada imagen del universo, pero sobre todo aquí destaca la preciosa y artística fotografía de Emmanuel Lubezki, quizás lo mejor del film, un bello juego de luces y colores que enmarcan de forma sobresaliente las sensaciones del alma, los fuegos del espíritu, la grandeza del mundo, y de este modo completa esta excelente factura, que conjuga con extraordinariez el film, cuya jugada es redondeada por los actores que hacen entre humanos y divinos sus personajes, destacar a los niños, que con inocencia describen con perfección el despertar, Brad Pitt con una fuerza atronadora, y sobre todo Jessica Chastain que brilla, sobresale en ese papel de lágrimas, miradas, emociones, que trastocan el corazón, y es capaz de invadir la pantalla con su excelentes gestos cargados de humanismo y dulzura, centrando todas las atenciones del espectador. Un film que se idolatrá o se odiará, pero que desde hoy ha marcado la historia del séptimo arte, por su indudable capacidad de elevar a la condición de arte, lo más convencional, y lo más olvidado en la vida corriente.

Lo mejor: Su grandilocuencia, las lágrimas de Jessica Chastain, la poderosa fotografía y los impresionantes efectos visuales.

Lo peor: Su público es muy limitado.


1 comentario:

David Cotos dijo...

Todavía no la veo, pero le tengo unas ganas. A la espera de la llegada al Perú de la cinta.