lunes, 6 de febrero de 2012

Crítica: Los descendientes


Los descendientes: 8,5(****)
Una de las apuestas fuertes de este año, sobre todo de cara a los Oscar, llega de la mano del muy valorado Alexander Payne, habitual de la comedia sutil, hábil, inteligente. Esta vez viene con un drama bajo el brazo, tomado de la excelente novela de Kaui Hart Hemmings. La historia en su compleja atmosféra hace un recorrido profundo a través de cuestiones sentimentales, que marcan el día a día de cualquier entorno familiar, de cualquier comunidad, sociedad. Las complejidades de las relaciones sentimentales, siguen siendo una de las claves indescifrables de nuestra sociedad. El dinero, el supuesto lugar ideal, no suponen una garantía de bienestar en la vida, porque aunque vivamos alejados de lo que realmente importa, por cuestiones diversas, siempre estará ahí a pesar de los engaños interpuestos. En cierta manera esta actitud adopta el protagonista de esta historia, el cual comienza a cambiar su vida, tanto a nivel familiar, como personal, cuando su mujer sufre un accidente muy grave y cae en coma. Muchas veces solo conseguimos derribar la hipocresía en la que vivimos mediante un gran impacto emocional, que puede cambiar nuestra vida y nuestros principios. Esta curiosa historia navega entre sentimientos encontrados, añoranzas pasadas, vidas desechas, cabos sueltos, que poco a poco toman forma, gracias a un guión lleno de sutilezas, de una gran carga dramática que marca su ritmo, pero también intercalado de hábiles momentos cómicos, que caracterizan a Alexander Payne. A parte de ese complejo guión, la película fructifica por la fuerza imponente de la dirección de Payne, y una atmosféra sencilla y cálida, que el acertado equipo técnico sabe concordar con los brillantes diálogos. Destacar el buen montaje, y el acogedor acompañamiento musical. Pero sobre todo la película coge fuerza, por el trabajo entregado de sus actores, una acción coral, encabezada por un sorprendente George Clooney que se entrega en cuerpo y alma a ese padre preocupado y deseoso de corregir los errores, así como una Shailene Woodley cargada de una ira y una fuerza extraordinaria, finalizando con el resto de actores que conjugan sus palabras y sus gestos con absoluta credibilidad. Mención especial merece la tierna y divertida Amara Miller. Si algún error se le puede achacar al film, es a veces su simpleza, que nos remite a obras ya visionadas. En sus horas más bajas, la película parece una travesía entre lugares comunes, palabras habituales, sentimientos trillados. Pero con ello, asumiendo ese factor basado en la monotonía cotidiana, el film consigue ser muestra de las emociones más sobrecogedoras que la vida nos presenta.

Lo mejor: La sutileza del guión y el elenco de actores.

Lo peor: La monotonía cotidiana.

2 comentarios:

Sergio Sánchez dijo...

Totalmente de acuerdo con la crítica, una buena película bien contada. Y aunque el tema no es nuevo, la forma de desarrollarlo sí.

albertaco dijo...

=)