lunes, 12 de marzo de 2012

Crítica: La invención de Hugo


La invención de Hugo: 9(*****)
Parece que este año el cine ha vuelto sus ojos atrás para recordar a aquellos maestros que le vieron nacer, aquellos genios que consiguieron que este invento pasara de ser un hecho curioso a uno de los grandes logros de la cultura de todos los tiempos. Porque el cine ha demostrado que con su magia puede iluminar, y cambiar la vida de la humanidad. Puede iniciar caminos inusuales que rompen barreras y marcan el ritmo de la existencia. Así lo demuestra esta bella película, bonito homenaje del maestro Scorsese a otro gran maestro, George Méliès, un cineasta que a pesar de las circunstancias, especialmente limitativas, construyó un universo propio gracias a sus fascinantes películas, destacando la maravillosa "Viaje a la luna", una metáfora curiosa y compleja sobre los grandes logros de la humanidad, combinados con un toque de magia, magia que hizo posible el nacimiento del cine, de ahí la epopeya y el recuerdo preciosista a este gran realizador. Scorsese se adentra en una estación parisina y se basa en el dulce libro de Brian Selznick para contarnos la historia de Hugo, un muchacho que gracias a su amor, y su capacidad de superación, consigue hacer resurgir la magia del pasado, rescatando del olvido al gran Méliès. Martin dirige con pulso esta bonita sinfonía, un bellísimo grito de adoración a la ciudad de París por habernos regalado el Séptimo Arte. Un film muy dulce y muy refinado, que lejos se queda de caer en la noñería, cursilería y sobre todo en la tan tendenciosa lágrima fácil. Aunque es verdad, que no es el mejor film de Scorsese, y la nostalgia levantada este año en el mundo del cine, le quita posibilidades de mostrar su magnificencia, y su calidad, por la variedad ofrecida. La escritura y la dirección de esta tierna historia son dos ingredientes fuertes que permiten que los desenvueltos niños, Asa Butterfield y Chloe Moretz nos empujen hacia el abismo de esta gran aventura, fuertemente solidificada por la portentosa intervención del magnífico Ben Kingsley y su esposa en la ficción Helen McCrory. Ellos encabezan un reparto equilibrado, que sin llegar a destacar, consigue un trabajo cargado de naturalidad y ternura. Un esfuerzo que se complementa maravillosamente con uno de los puntos fuertes del film, su factura técnica, un trabajo cargado de maestría y solvencia. La ambientación es exquisita, esa magnífica reconstrucción de la estación, totalmente mimada, se une al perfecto vestuario y la buena caracterización. El sonido con sus relativos efectos permite marcar los ritmos de la historia, que coge ritmo y fuerza por el complejo montaje, y los poderosos efectos visuales. Y como toque final, destaca la notable fotografía de Robert Richardson y la bellísima partitura de Howard Shore que provoca más de una lágrima, por su recuerdo, su pasional amor, y su capacidad de transmitir tanta añoranza y ternura. Destacar el magnífico cierre bajo los sones de "Coeur Volant", realmente conmovedor. Scorsese una vez más, emociona y atrapa con su labor, con esta sencilla, pero a la vez fulminante historia de amor al cine.

Lo mejor: La dirección artística, la banda sonora y su nostalgia.

Lo peor: El rechazo que pueda provocar por su tierna mirada.

1 comentario:

Daniel Bermeo dijo...

Genial reseña para una pelicula magistral. Realmente me gustó bastante, quedé muy contento con este enternecedor y emotivo homenaje al cine.

Un saludo.