"En los confines de la tierra, bañados por el ejercicio de lo blanco, habita el lobo cazador, aquel que Hobbes personificara en la figura del hombre. Ese hombre sin horizontes, capaz de todo en la extensa llanura del olvido. Porque la masacre acometida por la población blanca a los grupos indígenas merece líneas de historia, que el tiempo ha querido borrar de alguna manera. Pedro viaja a la nevada Tierra del Fuego, en busca de otro blanco, el de la inocencia, dentro de un territorio devastado por la inmisericorde atrocidad humana.
¿Cómo es posible la existencia de lo puro, de lo virginal, de lo blanco, en este inhóspito y devastador rincón del planeta?
La obsesión del artista por obviar la maleza que poco a poco va penetrando en los rincones más insólitos de su identidad, se convierte de una manera orgánica en su entrada a ser testigo y partícipe de la sangre de la tierra. Porque Pedro llevado por la incógnita, la duda, la extrañeza de unas ideas, acaba firmando la sentencia de muerte de la figura humana. Pocas veces asistiremos a un final cinematográfico tan preciso en su ejercicio del horror, como absolutamente bello. Theo Court, levantando páginas de memoria y revisando las líneas cinematográficas de Manoel de Oliveira y Béla Tarr, entre otros, configura un ejercicio de tesis, la tesis de lo que hemos sido y hacia donde vamos, o quizás hacia donde podemos ir, en una película que milimétricamente perfila cada idea, cada palabra, cada imagen, y que entre lo bello y lo doloroso deja un poso profundo que nos hace volver a ella una y otra vez. Su talento encuentra en unas labores de fotografía y sonido sobresalientes y en la inquietante presencia de Alfredo Castro el matiz preciso para desglosar y entender uno de los ejercicios cinematográficos más estremecedores del cine reciente."
Lo mejor: Su precisión, su belleza, y su capacidad para generar discurso sacudiendo páginas de la memoria olvidada.
Lo peor: No entrar en su necesario y complejo entramado.
NOTA: 9(*****)
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