lunes, 13 de mayo de 2019

Crítica: Atardecer

"Con "El hijo de Saúl" descubrimos los prodigios de una nueva mirada, heredera de una tendencia estilística y artística muy encumbrada en las cinematografías periféricas de Europa. Su nombre era László Nemes, y discípulo del gran maestro Béla Tarr, había forjado una entrada en el largometraje realmente prodigiosa. Un ejercicio de gran cine capaz de adentrarnos en los horrores del Holocausto de una manera prácticamente inédita, ingeniosa y sensible. Quizás con cierto ejercicio de reiteración estilística, Nemes nos traslada al Budapest de 1913, momento de ferviente tensión desencadenada en la Gran Guerra. A través de la mirada de Irisz, obsesiva en su búsqueda del pasado en relación con las nuevas fuentes del conflicto, se emprende una hacienda de vertiginosas posturas, y kafkiana mirada. El personaje principal, fruto de una era pasada y hasta anquilosada, intenta recuperar su esencia entre los devenires de una civilización en pleno ocaso, y todo lo que se encuentra es el auténtico caos de un conflicto en alza. Este viaje de impresiones, sensaciones y miradas, pero también de fuerte carga metafórica (y en este sentido encontramos la principal diferenciación con la obra precedente), se adentra en las zarpas del expresionismo, del realismo mágico, del surrealismo, y hasta del más puro Caravaggio, confluencia de estilos pictóricos que aquí se sumerge en las sombras más oscuras para encontrar razón y cordura a tanta locura. El resultado ya lo conocemos: el auténtico desastre de la humanidad. Si aceptas sus claves, la película se convierte en un auténtico ejercicio inmersivo, que sacude conciencias y corazones y que te devuelve los pies a la tierra con una bella epopeya de lo que hemos sido y somos. Todo ello, regalado por la firmeza de Nemes, pero también por el ejercicio técnico de un conjunto absolutamente sobresaliente que descansa en la firme mirada de Juli Jakab, la búsqueda a los interrogantes, en este fascinante viaje al espacio de la memoria, en continua tensión con nuestras aspiraciones más presentes."
Lo mejor: La expresividad de un discurso absolutamente estremecedor.


Lo peor: Para bien o para mal, es una película de una fuerte exigencia constructiva.



NOTA: 9,5(*****)