"Después de ciertas verborreas y panfletos sensibleros sobre el tema de la esclavitud llegaba otro proyecto sobre el manido acontecimiento. El visionario y curioso Steve McQueen, responsable de obras tan jugosas y satisfactorias como "Hunger" o "Shame" se enfrentaba a un proyecto en cierta manera demasiado sonado y que conllevaba ciertos matices comerciales, que en su cine anterior no se habían podido adoptar por su riesgo a la hora de abordar ciertos temas y por su rico, pero a la complejo lenguaje, no al alcance de cualquier espectador. Una producción de dimensiones claramente superiores a sus antecesoras que podía manifestarse como una explosión de derroche técnico apoderándose de un ejercicio cinematográfico absolutamente único. Pero a pesar del riesgo que entrañaba este proyecto para la valía artística de este singular realizador, y también a pesar de haber tenido que rebajar su potencial creativo y su singularidad para enfrentarse a esta obra, y acercarla con respeto a un público lo más amplio posible, el sello McQueen permanece impoluto en una de las joyas del año. Frente a discursos paternalistas, largos sermones sobre el bien y el mal, o secuencias excesivamente forzadas para provocar la lágrima fácil y de este modo concienciar, este gran director plantea un gran ejercicio emocional a través del poder de las imágenes. El fuego que desprende cada uno de los momentos del film es realmente abrumador, porque mediante la expresividad de la imagen se consigue evocar una amalgama de emociones, que sólo un director de una gran mirada y de una madurez curtida puede lograr. La sensibilidad ante las humillaciones sufridas por estos combatientes silenciosos cobra una dimensión más emocional que moral. La película se aleja de cualquier maniqueísmo, cualquier escisión moral, cualquier reflexión que busque una clara concienciación, deja que el espectador se sumerga en una serie de imágenes realmente poderosas y que luego valore por su propia cuenta. No se trata de guiar en una dirección concretar, atendiendo a un mensaje excesivamente trucado, sino de abrumar por la fuerza de lo transmitido, evitando cualquier valoración y clasificación moral. Cierto es que ciertos personajes suenan a impostura, o que el giro final de la película se presta a un ejercicio excesivamente convencional y demasiado complaciente con el espectador medio, pero a nivel general la absoluta fuerza del guion, capaz de dibujar personajes sin clasificarlos y de guiar con diálogos convicentes la historia de Salomon Northup, merece ser alabado. Al igual que la sensible mirada de McQueen al otro lado de la cámara, capaz de emocionar con imágenes repletas de expresividad y sensibilidad. A estas dos guias definitivas se une un gran ejercicio técnico, bella fotografía, interesante y extraordinaria música de Hans Zimmer, en un ejercicio realmente rompedor para un sinfonista como él, así como perfecto montaje y gran trabajo de ambientación. La jugada se redondea con un excelente reparto, si Chiwetel Ejiofor afronta con valentía el reto de protagonizar al superviviente de este relato, el resto de secundarios no se queda atrás de la extraordinaria composición desarrollada por el británico. Vibrantes Sarah Paulson con una muestra realmente despiadada y los dos minutos de arrogancia interpretativa de Lupita Nyong´O. Pero realmente quien hace temblar toda la función es un Michael Fassbender que hace una interpretación absolutamente brutal. El temor que nos infunde y la inestabilidad que nos provoca por la complejidad emocional de uno de los mayores cabrones que ha dado el cine reciente, resulta absolutamente sobrecogedor. Su intervención eclipsa de forma vertigionosa todas las atenciones, en un retrato feroz y arriesgado. Aunque sea sólo por él merece la pena contemplar esta película. Un relato sensible, sobre un tema en cierta manera insensible, por su excesivo mal tratamiento hasta la fecha, que se declara como una de las películas más poderosas sobre la esclavitud. No me atrevería a decir la definitiva, pero si una de las grandes, con la que McQueen hace frente a una vocación más comercial sin perder su esencia. Un ejercicio absolutamente emocionante e impregnado de una sensibilidad arolladora."
Lo mejor: Su abrumadora sensibilidad y un gigantesco MICHAEL FASSBENDER.
Lo mejor: Cierta arbitrariedad y cierta complacencia con el espectador medio.
NOTA: 9(*****)
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