LIII FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE GIJÓN:
"Y Saúl dijo: No morirá hoy ninguno, porque hoy Jehová ha traído salvación a Israel."
(Samuel 11:12)
"Bajo las líneas de Samuel se abre esta especie de expiación bíblica: la historia de un deportado judío de origen húngaro que forma parte de la "Sonerkommando", aquellos "privilegiados" que a costa de trabajar en la logística del exterminio, salvaban su vida. La odisea de uno de ellos se abre camino al encontrar en la ortodoxa ascensión judía de un niño fallecido su redención moral y espiritual. Desde que se nos presenta a Saúl, su rutina, sus relaciones sociales, su postura ante la situación acontecida, la cámara afila sus garras, y se introduce en la expresión manchada, la piel erizada, los ojos llorosos, el olor a carne humana, la asfixia del gas, que el protagonista de este aterrador relato experimenta. Si atendemos a la historiografía cinematográfica sobre esta cuestión asistiremos a una ristra curiosa de obras que han abordado la cuestión desde diversas ópticas, por lo que nadie cabría esperar que la nueva incursión en este campo atendiera a una revolución tan ingeniosa. László Nemes arriesga todo su conocimiento y talento para compendiar una obra tan estimulante como abrumadora. Quien entra en el complejo entresijo que formula la cámara y vive la experiencia tan atroz que sugiere, no vuelve a ser el mismo. Esta visión sobre el Holocausto atiende a vertientes muy diferenciadas de las descifradas a lo largo de más de cien años de historia del cine, porque nuestra cabeza, nuestros ojos, nuestros oídos, y sobre todo nuestro arrojo emocional queda congelado allí por la podredumbre de las cámaras y los desagradables gritos fundidos entre el ruido de la maquinaria, y las armas. El realizador húngaro funde esta particular rebelión de las formas con un mensaje que atiende a varias líneas de definición, perfilando de esta manera un experimento que va más allá de su efectismo para conjugar un interesante ejercicio reflexivo sobre el Holocausto. Es admirable el riesgo y la madurez expresiva de este joven cineasta, que encuentra en una postura técnica admirable (extraordinaria ambientación, sonido y fotografía), la base sólida para explotar su discurso, y en la naturalidad expresiva de un reparto absolutamente acongojante, liderado por esa mirada penetrante del notable Géza Röhrig, la humanidad que se requiere. Saúl fue el primer rey de Israel, el primer gran líder del pueblo Judío. Saúl es un humilde personaje anónimo de cuantos murieron a manos de los nazis, pero su figura, su odisea, y su simbología nos desglosan las causas y las consecuencias de todas las matanzas y guerras, para comprender que detrás de cualquier olvido, siempre hay un Dios."
Lo mejor: Su madurez expresiva, y su arriesgada postura.
Lo peor: La dificultad para digerir su desagradable espiral de sensaciones.
NOTA: 9(*****)
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