sábado, 9 de noviembre de 2013

Crítica: La vida de Adèle

"El amor, un estado, un sentimiento de dimensiones mayores, que la historia del arte ha representado con una rica variedad de miradas, explorando las raíces más existencialistas de lo que define este casi utópico proceso. La belleza del Séptimo Arte nos ha regalado muestras estremecedoras de amores incontestables, de historias apasionantes, basadas en el sacrificio, y en la capacidad de cederlo absolutamente todo, incluso la propia vida, a la otra persona. La nueva película del tunecino Abdellatif Kechiche se unía a esta ola de querer retratar con la mayor honestidad el proceso de búsqueda y exploración de ese ansiado deseo proclamado como amor. Aunque gracias a Julie Maroh teníamos ya un precioso espejo de la profunda relación entre dos personas, la bella realidad ha explotado en la pantalla gracias a una obra de dimensiones mayores, de esas que se quedan en la retina, que te persiguen el resto de tu vida, y quieren adentrarse en ti y formar parte de tu vida, para que cuando camines en una dirección deseada, recuerdes y rememores con nostalgia sus bellas imágenes. "La vida de Adèle", joya con mayúsculas, recorre con honestidad, veracidad, ferocidad, valentía, la vida de una chica inocente, enfrentada al mundo, y encaminada hacia la que será su historia de amor. Kechiche nos cuenta todo este poético relato, con un humanismo que emociona, que te atrapa desde el primer minuto, y que llega a momentos de una eclosión tan fuerte que te sentirás dentro de la obra como un testigo más, como si fueras Adèle o quizás Emma. La carne y la pasión de sus eróticas incursiones, sus lágrimas, su baba, su mirada, sus emociones, sus sentimientos, sus deseos, sus inseguridades, su deseo de comerse al mundo y su enorme tristeza al sentirse traicionada, llorando con melancolía la belleza vivida, hacen de Adéle un personaje único, un personaje necesario, de una fuerza atronadora capaz de dejarnos noqueados en todo momento. Su historia es la historia de muchas personas que exploraron con inocencia y desde la debilidad un mundo que parecía tan bien dibujado, pero que se volvió injusto en el camino. Son tres horas de pura vida, pura poesía, de desear que todo continue con la mayor valentía posible, no hay un momento impostado, ni un momento que roce el artificio, es una exploración tan extremadamente auténtica que tus emociones no tardarán en explotar, y en tu cabeza permanecerá esta incontestable joya, como si hubieses recorrido tu vida y hubieses hecho balance con una melancólica mirada. Esto si es amor, esto si es explorar la vida, esto es realidad, es verdad, esta es la necesaria intervención del cine en nuestras vidas. Kechiche, puede ofrecer una visión muy masculina sobre el amor de dos mujeres, o la contextualización de este romance puede que no sea lo políticamente agresiva que muchas veces cabe esperar, pero que más da, cuando la vida es retratada con esta veracidad apabullante y cuando la belleza invade cada tramo de la pantalla. Kechiche nos emociona porque ha conseguido un ejercicio que realmente podríamos llamar ARTE (memorables y poéticos primeros planos), y más cuando acudimos a una perversión constante de esta palabra, que se une a la frivolidad impuesta en nuestra propia vida. Aunque técnicamente la película es sobresaliente, la bella fotografía, el extraordinario montaje, todo queda en un segundo plano cuando la maestría de este realizador se vuelca en un ejercicio interpretativo realmente valiente. Si Léa Seydoux emociona con una interpretación repleta de mágicas aportaciones, entre ellas una auténtica mirada artística, lo de la joven y protagonista Adèle Exarchopoulos deja absolutamente sin palabras. Su composición repleta de matices, de honestidad, desborda humanidad por todos lados, y ofrece un extraordinario arrojo de emociones y sentimientos. Adèle se desnuda absolutamente en cuerpo y alma, y consigue la difícil perfección, dejando una gran huella en la historia del cine. Su logro interpretativo con mayúsculas, constituye una referencia en el Séptimo Arte, gracias a su credibilidad, a su potencial emocional y a un juego humanista extraordinariamente desbordante. Ella es el timón, la fuerza de este precioso regalo que Kechiche nos ha hecho. No solo es la mejor película del año, sino también una OBRA MAESTRA, de las auténticas. Es una obra para ser amada y referenciada el resto de nuestras vidas. Ahí está la magia, la magia del cine, cuando la belleza alcanza momentos tan puros, como lo hace y con creces la indiscutible maestría de "La vida de Adèle".
Lo mejor: ADÈLE EXARCHOPOULOS, con una interpretación de una humanidad extraordinaria que hace historia en el Séptimo Arte.

Lo peor: La polémica suscitada por las escenas sexuales, que se alejan completamente de la imagen pornográfica creada en torno a la película.

NOTA: 10(*****+)

1 comentario:

Delatte dijo...

Pues sinceramente, para que se hagan películas lésbicas como ésta prefiero que no se haga ninguna… Mucho decir que visibilizan y normalizan pero parece que nadie ve que en realidad estamos en lo de siempre: las relaciones entre mujeres se convierten en objetos de morbo masculino y en escenitas degradantes de tetas y coños antes que en cualquier otra cosa, y eso es más un retroceso que un avance. Las propias lesbianas somos tan críticas con esta película precisamente porque nos vemos reducidas a una fantasía absurda de un hombre heterosexual, posturas ridículas y una actitud como de “vosotras tocaos hasta la extenuación que yo filmo”. Teniendo una historia tan maravillosa como la que tenía, con un temazo a desarrollar, un punto de partida estupendo en la obra original para trabajarlo y unas actrices entregadas y convincentes para darle vida, Kechiche ha malgastado sus 180 minutos de película en tijeras cunnilingus. A “La Vida de Adèle” le falta verdad y le sobran erecciones. En su cómic, Julie Maroh quiere dar visibilidad a las dificultades con las que se encuentra un adolescente durante el proceso de aceptación de su diversidad sexual, además de presentar una historia de amor excelente, bien cuidada, respetuosa, estética. Pero la prioridad de Abdellatif Kechiche ha sido ejercer de dictador. Él quería sostener la lupa como un voyeur dándose el lujo de exigir todas sus fantasías desde el lugar más privilegiado. No nos extrañe pues que Maroh haya denominado a esta película “pornografía para mentes masculinas”.
Y conste que en ningún momento se discute sobre no mostrar sexo en la película, de hecho es necesario y está justificado que se muestre, pero no ASÍ. El problema no es con el sexo explícito siempre que esté justificado y bien presentado, como por ejemplo sucede en el cómic. El problema es cuando se ha decidido mostrar una escena sexual larguísima con el único propósito de crear morbo gratuito y polémica. Podía haber sido una escena de sexo rodada con respeto, buen gusto, erotismo y sensibilidad y no quedarse en el puro morbo de un director tiránico que parece regodearse en las tijeras y el cunnilingus mientras filma para después querer tomar al espectador por tonto, hacerse el ingenuo y pretender venderlo como otra cosa. Eso es lo indignante. Más que una relación sincera y realista entre dos mujeres parece una fantasía pornográfica bastante tópica (e incluso ridícula por determinadas posturas) de un hombre heterosexual y obsesivo.
Por ejemplo, una película como Nymphomaniac es bastante más honesta que ésta en cuanto a propósitos y objetivos, ya que no miente al presentarse a sí misma: “FORGET LOVE” es su frase de presentación y en ningún momento reniega de sus escenas pornográficas o de sexo explícito. Pero Kechiche hace todo lo contrario, muy hipócritamente: rueda escenas claramente pornográficas y de bastante mal gusto y nos las quiere hacer tragar no sólo como necesarias sino como demostración de la pasión más auténtica. Pues por eso yo no paso, lo siento mucho, no quiero que se me tome por idiota. Lo que ha rodado este hombre es porno, se ha recreado en él y en las actrices y ha querido hacerlo así para llenar más salas, crear más audiencia y alimentar más morbo (sobre todo el masculino).
Si habéis leído el cómic (que os recomiendo para que veais por vosotras mismas la diferencia), comprobaréis que las escenas de sexo no tienen nada que ver. Son explícitas, sí, pero no se recrean injustificadamente ni ofrecen morbo gratuito no resultan tópicas o insultantes. Son naturales, sugerentes y estéticas. En la película no veo más que tetas bamboleantes y posturas ridículas propias de un vídeo de Youporn.