LXIII FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE SAN SEBASTIÁN:
"...donde tiembla enmarañada
la oscura raíz del grito."
"En forma de presagio se emiten estas palabras que advierten sobre el desenlace de la tragedia, así como un movimiento que emerge de las entrañas de la tierra, para escenificar la expresión del dolor en comunión con el amor. Un grito que prevalece en el tiempo y en el espacio para expresar la dolorosa verdad que lo que somos y hemos sido. Dictámenes que exploran los caminos que definen la espléndida y compleja obra de uno de los mayores poetas de todos los siglos. García Lorca perfila en sus "Bodas de Sangre" una de sus mejores incursiones en la dramaturgia para construir, a través del suspiro de las metáforas, una realidad que en el grito encuentra su expresión más severa. La sacralización de esta obra maestra ha experimentado el ignoro de numerosas ópticas estimables, que han sumergido sus inquietudes en terrenos menos pantanosos, hasta que llegó ella, Paula Ortiz, unas de las voces más abrumadoras de esta notable generación de nuevos cineastas españoles, para congregar lo mejor del poeta granadino y lo mejor de su poesía cinematográfica. Así es, en un arrojo de valentía, la realizadora aragonesa compendia su particular lectura de esta tragedia lorquiana, desarrollando un ejercicio de auténtica personalidad. Su visión se aleja del empaquetado tradicional de la obra, huyendo de la austeridad, el dolor exacerbado y toda serie de expresiones excesivamente teatrales, para labrar aquí una pieza mucho más lírica y contenida, en cuanto a manifestaciones verbales y emocionales se refiere. Sin embargo, lo más importante: la luna, el fuego, el novio, Leonardo y la novia están ahí, las metáforas de Lorca se materializan alcanzando su máxima expresión a través de una plasticidad envidiable y a través de nuevas figuras literarias que tomando las ya asentadas juegan a redefinir una de las obras maestras de la literatura. Este particular y arriesgado intento de desacralizar una pieza prácticamente intocable sale muy airoso de su reto, gracias a un despojo estético sobresaliente, que te sumerge en la belleza de sus imágenes y palabras, para emocionarte de forma sobrecogedora con las líneas del poeta. Este logro se debe a una visionaria mirada, capaz de conseguir que las dulces y afiladas parcelas de la estética se encuentren al servicio de un mensaje tan poderoso. Paula Ortiz, que ya demostró en su anterior labor sus admirables armas audiovisuales, viene aquí hacer vibrar las poderosas parcelas emocionales de una lectura tan directa al alma. Arrojo emocional que late con fuerza gracias a la inmensidad técnica de todo un equipo entregado a la causa, mención especial para una fotografía absolutamente brillante, capaz de alcanzar momentos de singular belleza, y una música del gran Shigeru Umebayashi, que fundida con las precisas interpretaciones de canciones populares, acompaña con magnificencia la excelente sucesión de imágenes. No obstante, nadie dijo que la perfección resultara una tarea fácil, ya que las particulares expresiones de esta propuesta tan singular podrán ser tachadas de puramente estéticas, así como su feroz arrojo puede resultar plomizo, prorrogando la crítica negativa sobre el mal casamiento entre los cuadros plásticos y el avance de la narrativa, así como ciertas elecciones discutibles, como la de Álex García para el papel de Leonardo. Flaquezas que discutibles, encuentran su contrapunto en el riesgo emprendido y solventado, y en la entrega absoluta de un reparto que no sólo entiende y admira la obra que representa, sino que también la expresa alcanzando cotas muy sublimes. Si Asier Exteandía encarna al novio con entereza, y las leves muecas de Carlos Álvarez-Novoa convierten lo pequeño en algo grandioso, las secundarias escenifican la buena salud interpretativa del cine español: uno se queda con el dolor de esa madre sólidamente defendida por Luisa Gavasa, con esa mirada profunda de María Alfonsa Rosso en el papel de la mendiga, con la fragilidad de Leticia Dolera o con el llanto comprimido en los ojos y la boca de las valientes Consuelo Trujillo y Ana Fernández. No obstante, si hay algo que remarcar en "La novia", por encima de todo, es el auténtico despojo emocional al que la película da la oportunidad de sobreponerse por encima de todas las decisiones de toda índole que se presentan. Hablamos de ella, sí de ella: esa novia que con sus palabras te congela el corazón, esa novia que con su mirada te contagia el llanto, esa novia que con su gesto en los labios te devuelve la mayor de las verdades, esa novia absolutamente reafirmada en la obra del poeta granadino. Inma Cuesta firma su mejor papel hasta la fecha y nos regala la inmensidad en la expresión de ese personaje roto por dentro, pero vibrante en la loca pasión que le conduce al más doloroso de los finales. Ella es el cuerpo y alma de una película y de un personaje para el que parece haber nacido...Nunca una frase traspasó con tanta emoción las esquivas derivas del tiempo, como la que ella verbaliza: "Y te sigo por el aire como una brizna de hierba."
Lo mejor: La brillantez de Inma Cuesta y la poderosa estética.
Lo peor: Cierta falta de equilibrio entre los cuadros plásticos y el avance de la narrativa.
NOTA: 9(*****)
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