lunes, 29 de octubre de 2018

Crítica: Sin fin

"Curtidos en el formato corto, los hermanos Alenda inician su aventura en el ejercicio más largo, precisamente tomando parte de una pequeña pieza precedente. La premisa que nos presenta es sugerente, ya que juega a contarnos los vértices de una relación complicada, prácticamente en su ocaso, en un sólo día, alternando dos líneas temporales, e introduciendo el elemento futurista de poder manipular lo que nos precede. El ejercicio de síntesis que planteaba la historia, así como la necesidad de contar mucho con muy poco, se convertían en los grandes retos de un proyecto, que con sutileza podía jugar a desmontar el valor de la existencia en relación al tiempo y al espacio. Sin embargo, las matizaciones, las sutilezas, y la habilidad de calar hondo a través de gestos mínimos se presenta ausente en una película que va justamente por el extremo opuesto: el del trazo grueso. Los personajes están caracterizados con cierta exageración, las dos líneas temporales no terminan de casar del todo, y el elemento futurista planea como una anécdota imposible, resultando al final una obra desvalazada, y en la que quedan las buenas intenciones frente a un resultado desigual. Por suerte, estos hermanos filman con belleza, y apoyados por la bella y sutil estampa de Ángel Amorós, intentan agarrarse al máximo a las emociones de sus protagonistas, a pesar de las imperfecciones del camino. Ellos, o mejor dicho, las aportaciones interpretativas de los dos actores protagonistas se convierten en el máximo atractivo de la cinta. El contenido pero inmenso gesto de Javier Rey, y sobre todo la inmensidad emocional de María León, capaz sólo con la mirada de romperte por dentro, suponen el valor humano, el arrojo expresivo y el mayor soporte de una película que en su insuficiente búsqueda permanece inexacta ante lo que se enfrenta."
Lo mejor: La fuerza de María León, en equilibrio constante con Javier Rey.

Lo peor: Su falta de sutileza y profundización emocional.


NOTA. 6(***)

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