"La riqueza de nuestra cinematografía no se basa, en la mayoría de casos, en aquellas muestras de fuerte alcance comercial, o incluso, de gran tirón crítico, sino en aquellas miradas que de un modo silencioso enriquecen la paleta discursiva de nuestra producción patria. Alberto Morais, con una clara apuesta de despojo emocional, así como de elementos que edulcoren el discurso, afronta su cuarta obra, mirando por una parte a su legado, y por otra, reformulando sus propios códigos. Sería injusto no aplaudir su última aportación como su película más redonda, aunque las esferas mediáticas así no lo hayan querido ver. Morais afronta este diagnóstico social, sobre el abandono infantil/adolescente, atendiendo a todos los artífices de un sistema social nefasto, y que deja a sus progenitores a merced de su propio declive. La cuestión es abordada con solvencia, atendiendo a una austeridad necesaria, que nos permite conectar de forma directa con el discurso, alejándonos de los habituales efectismos y florituras que buscan más la lágrima fácil, que una concienciación que deje poso. La precisión que atina a formular cada uno de los episodios, y los sinceros diálogos, es uno de los claros atinos de una película, que a pesar de ciertos desniveles, sale muy victoriosa. También comprende un gran elogio la acertada postura audiovisual de Morais, absolutamente exquisita y milimétricamente pensada para formular las metáforas que desentrañan este análisis social. En este sentido, la firme apuesta técnica respalda las aspiraciones alcanzadas. Y por último, y de gran valor, admiramos la entereza de un reparto entregado y exacto en sus aportaciones. Es sabido el talento de grandes actrices como Nieve de Medina o Laia Marull, ambas notables en sus muy diferenciadas composiciones, pero sin duda, la revelación de esta cinta reside en la mirada, la compostura, la gestualización, y en definitiva en el coraje y la entrega de un Javier Mendo extraordinario (a pesar del protagonismo de la madre en la titularidad del film). Su composición es brillante, y no tiene nada que envidiar a esos actores-personajes vibrantes del cine de los Dardenne. Cuyo discurso (y el de Kiarostami) empapa en cierta medida, de un modo más o menos casual, las derivas y decisiones estilísticas de una película exquisita y que merece ser revisada para entender y atender a las explosiones de un discurso honesto y complejo."
Lo mejor: La precisión del discurso y la valentía de Javier Mendo.
Lo peor: El injusto silencio al que se somete a este tipo de cine.
NOTA: 8(****)
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