"La crisis, la juventud, las aspiraciones personales, la esperanza como síntomas de una metáfora existencialista sobre el devenir contradictorio de nuestra cultura, y nuestra postura encontrada dentro de este transitar casi imparable. Rosales da un salto más, y mediante un formato aparentemente más convencional ofrece una imagen sobre lo que somos en un vacío casi irrecuperable. La mirada nostálgica perpetuada en sus otras películas se vuelve más negra, aunque las piezas aparentes de lo cotidiano quieran vislumbrar luminosidad. Aspecto formal que tan sólo busca connotar la hipocresía social que ensucia la verdadera deriva de la vida y con ella la inconsecuencia del abandono. No es una película más sobre la oportunista situación que vivimos, sino un análisis complejo sobre las piezas encajadas para desarrollar este involutivo cambio generacional. Notable y sensible manifiesto que reivindica que nada se encorseta en las aparentes florituras que adornan los verdaderos errores del camino inverso. Un grito en el silencio, una mirada en el olvido, y una caricia que consigue dar color a esa dicotómica paleta a dos bandas. Motivos que este admirable realizador explora con brillante sensibilidad. Quizás el tempo propicia desajustes innecesarios, la presentación de personajes se antoja excesivamente alargada, y la narración adolece de consistencia en algunos tramos, pero la deriva final es tan sorprendente como radical, y muy necesaria para entender la situación dibujada y la firme perspectiva de su creador. Pau Esteve Birba firma otro gran trabajo de luces y sombras, y el reparto aporta una credibilidad pasmosa a toda esta historia que por momentos nos acerca muy cuidadosamente al campo de la no ficción. Hay que destacar a una sólida Inma Nieto, a un magnético Carlos Rodríguez, pero sobre todo a una revelación extraordinaria, capaz de emocionar y de contagiar con absoluta credibilidad su humanidad. Ella es Ingrid-García Jonsson y con su labor dota de ferocidad a este retrato del vacío. Un retrato inteligente, valiente y abrumado de sensibilidad, aunque lejos del riesgo y de la magnificencia que caracterizan a ese admirable experimentador llamado Jaime Rosales."
Lo mejor: Su sensibilidad y el coraje de Ingrid García-Jonsson.
Lo peor: Ciertos alargamientos innecesarios, y una tendencia a la insulsez que lastra la consistencia narrativa del conjunto.
NOTA: 7,5(****)
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