martes, 26 de septiembre de 2017

65 Festival de San Sebastián. Cuarta Jornada

Ya estamos a martes en el festival, y antes de comenzar la jornada, es hora de repasar lo que nos ofreció el día de ayer. Fuera de lo que hemos podido ver, se habló con cierta calidez de la película austriaca de Barbara Albert "Licht", sobre la historia de una pianista ciega en pleno siglo XVIII, en la ciudad de Viena. Película que compite por la Concha de Oro, y que parece no falta en opciones de entrar al palmarés del sábado. Por otro lado, hubo importantes ovaciones para "Los perros", película chilena en Horizontes latinos, y "Muchos hijos, un mono y un castillo", la no ficción de Gustavo Salmerón, de la que tanto se habla desde su triunfo en el Festival de Karlovy Vary. Finalmente, no hay que dejar de mirar a Perlas, en donde "You were never really here", multipremiada en Cannes, fue bien recibida, o a las proyecciones especiales de Sección Oficial, en este caso, la bien acogida "Au revoir là-haut", de Albert Dupontel. Nosotros pudimos disfrutar de las siguientes cuatro películas.

Una de las películas más esperadas del festival era, sin duda, el primer visionado de la mañana, "120 pulsaciones por minuto", de Robin Campillo, película que compite en Perlas, y que recibió el Gran premio del Jurado en el último Festival de Cannes. La suma de ingredientes hacía presagiar una obra excelsa, no obstante, el enfoque errático de su realizador ante la forma de abordar la lucha de un grupo activista durante los años convulsos del sida en los 90 en Francia, no ha sido la más acertada. Notables trabajos interpretativos (sobresaliente Nahuel Pérez Viscayart), extraordinaria factura técnica y cuidado trabajo de dirección son factores sólidos, pero que no realzan tanto a una película que, empeñada en cierta verborrea didáctica, y en jugar a ciertos ritos del docu-reportaje, acaba sucumbiendo a cierta superficialidad sobre el tema tratado y poco conecta con aquellos ajenos a la vivencia de la generación abordada.

En Sección Oficial, la nueva película de Alexandros Avranas, "Love Me Not" prometía convertirse en la opción bizarra en Sección Oficial. La cinta que sigue las extrañas decisiones de una pareja, aparentemente acomodada, entronca con una línea formal y discursiva dominante en la cinematografía griega actual: la experimentación psicológica con ciertos individuos para extraer síntesis conclusivas de la realidad latente. La película que comienza con fuerza, apoyada en una fotografía notable y en una apuesta visual bastante acertada, acaba sucumbiendo al ridículo y al exceso, por culpa de giros, que más que compromisos analíticos, parecen caprichos de su realizador, que poco a poco se va alejando de su planeado experimento, y acaba construyendo morbo injustificado y una falta de credibilidad apabullante.

La proyección especial por el Premio Donostia a Ricardo Darín, que recibirá hoy el galardón, pero cuya película pudimos ver ayer, se trata de "La cordillera" de Santiago Mitre (muy premiado en este certamen por su anterior película). La película que nos habla sobre la figura de un presidente silencioso, dentro de un marco político iberoamericano, a través de una cumbre celebrada en los Andes, acaba conviertiéndose en un quiero y no puedo. La película, de fuerte empaque técnico (deliciosa partitura de Iglesias), y con un reparto acongojante de rostros importantes de la producción iberoamericana, abre un abanico muy amplio de temas, y ninguno de ellos consigue un desarrollo eficaz. Si la premisa era actractiva, el desenlace es absolutamente apresurado, por su incapacidad no sólo de elaborar cada cometido discursivo, sino también de encontrar ciertos nexos entre ellos. Da la sensación de haber acudido a una pirotecnia sin gracia, completamente vacía, incapaz de arremeter contra ella, pero al mismo tiempo indiferente ante las sensaciones del espectador.

 Termina la jornada con "Cargo", de Guilles Coulier, en Nuevos Directores. Una película que ubica la historia de superación de dos hermanos en un pueblo pesquero del Mar del Norte, a partir de el intento de suicidio de su padre. La película de contundente factura técnica (notable fotografía, acertada música y cuidado sonido), y con sólidas aportaciones interpretativas, naufraga por su absoluta nadería. No hay personajes, no hay realidades, no hay vida, en definitiva. Todo se resume a un estado atmosférico constante, que no permite ningún tipo de progresión en la cinta. Su realizador está tan centrado en dar forma audiovisual al drama de sus protagonistas, que se olvida por completo de ellos. Dejando, de este modo, una película estéticamente interesante, pero que viaja en la línea de la indiferencia más absoluta.

Una vez más, podéis escuchar la crónica conjunta del día:
 Crónica

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