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El siguiente film de Perlas, y presente en la competición cannois de este año, pertenece a la sensible mano de Todd Haynes. "Wonderstruck. El museo de las maravillas" juega a labrar una simetría con dos historias conectadas, pero ubicadas en dos contextos históricos y cinematográficos diferentes. La película que persigue la lucha por cierta identidad de dos niños, en su incansable camino para desvelar los ecos de cierta realidad sumergida, no encuentra la trascendencia o la solidez que requiere para traspasar la barrera del melodrama sensiblero. Si el arranque tiene cierto empaque, el desarrollo posterior y en especial ese final prescindible, juega más a manipular las emociones del espectador que a configurar una historia potente. Es una pena que la sensibilidad de Haynes, esta vez, haya caído en el adjetivo de lo kitsch, motivando más una película edulcorada, que realmente emocionante, y en la que las dos partes del todo juegan más a desequilibrar, que a unificar la expresión discursiva que se pretende. Es intachable la aportación del trabajo de dirección de arte, la fotografía y la música, pero todo al servicio de la absoluta nada. Absolutamente decepcionante.
Y si antes hablábamos de decepción, ahora hablamos de ridículo. De la factoría Bayona, en fuera de concurso de Sección Oficial, nos llega la ópera prima de Sergio G. Sánchez, "El secreto de Marrowbone". La película de fuerte calado internacional y respaldada por un empaque técnico destacable, juega a componer una historia de misterio, con dosis de terror, en consonancia con cierta realidad (todo muy sonado y visto). El problema de la película no reside en el uso de ingredientes ya muy conocidos, sino en la forma de enlazarlos construyendo giros demenciales, que nos llevan más por el lado de la risa, que de la sorpresa. La película acaba cayendo tanto en las trampas que intenta poner al espectador, que se convierte en un absoluto ridículo, y lo que debería provocar miedo u emoción acaba provocando una risa dilatada. Los actores hacen lo que pueden con papeles francamente malos, y el trabajo técnico, como ya he mentado, se antoja muy sólido, pero la resolución conjunta y definitiva es bastante insuficiente.
La jornada se cierra con la proyección especial en Sección Oficial de la película "Morir", de Fernando Franco (el cual fue muy reconocido por este festival con su anterior película). La película recorre la vivencia de una pareja ante la futura muerte de uno de los dos componentes de esta, desde un punto de vista absolutamente centrado en entender la vivencia de la relación ante este acontecimiento. La película dura en sus formas y contenidos, no busca el morbo, ni tampoco quiere jugar a desmontar el concepto de enfermedad o ciertos patrones sociales. Esta quiere entrar en las mentes de estos dos sujetos que afrontan esta dolorosa vivencia, como forma de conectar con la propia vida. Las precisas imágenes, los latentes diálogos, lo que se ve y sobre todo lo que no se ve y las contenidas aportaciones de dos actores absolutamente inmensos, juegan a componer una obra tan dolorosa, como inmensa, que resiste en la cabeza de quien se entrega a un discurso tan vital como doloroso. Una auténtica delicia y una obra mayor, que incomprensiblemente no opta a la Concha de Oro.
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