lunes, 19 de septiembre de 2016

LXIV Festival de cine de San Sebastián 2016. Segunda Jornada

Ya a lunes, y la jornada de domingo (la segunda para un servidor) nos ha deparado un conjunto de títulos de gran interés, y que marcarán con firmeza las alabanzas de los próximos meses. Fuera de lo visto, se ha hablado y muy bien de la chilena "Aquí no ha pasado nada" (Horizontes Latinos) y la suiza "Ma vie de courgette"(Perlas), representante suiza a los Oscar y ganadora del último Festival de Annecy. La jornada ha seguido lluviosa, y ha tenido un nombre claro: Isabelle Huppert, que ha protagonizado el día con dos grandes películas. 

La jornada ha empezado con la nueva película de ese interesante realizador francés llamado Bertrand Bonello, "Nocturama" (Sección Oficial). Un film, que bien dirigido y respaldado por una buena factura técnica, despliega sus valías narrativas en la primera mitad, y las abandona por completo en la segunda. Estamos ante una irregular película por culpa de esa quiebra entre las dos partes. La crónica reflexiva sobre el terrorismo a la que nos invita la película se antoja en ocasiones demasiado oportunista y la cinta se alarga innecesariamente en un final que huele demasiado a grandilocuencia impostada. El diseño de ópticas sobre el conflicto se antoja acertado, pero el desarrollo de las mismas atiende al más puro efectismo. Con ello, no podemos dejar de admirar una película única en su tratamiento del terrorismo en Occidente.

La siguiente película, galardonada con un Oso de Plata en el último Festival de Berlín, es de la estimable realizadora Mia Hansen-Løve. "El porvenir" (Perlas) habla sobre los devenires de la vida a pesar de los cimientos ideológicos asentados sobre la humanidad. Las inquietudes de esta profesora de filosofía en comunión con los diversos entes generacionales nos fraguan una película de tiempos detallados, de diálogos honestos y personajes repletos de vida. Es un film que arriesga a mimar cada uno de los momentos que desarrolla, siempre con la idea clara de relacionar la vida, la honesta realidad, con las directrices de un discurso repleto de referencias filosóficas. Lo introducido navega con naturalidad, alejado de la impostura o la pedantería que provoca el mal uso de los ejercicios literarios o filosóficos. Y por encima de todo, está ella, una Huppert valiente, capaz de todo, que brilla en su humana composición y lidera con firmeza las derivas que a veces te puede deparar la vida.

Una de las películas que más expectación ha levantado hasta ahora dentro del conjunto del films de Sección Oficial y en general del festival, ha sido la nueva y muy diferente apuesta cinematográfica de Rodrigo Sorogoyen. "Que Dios nos perdone" ha despertado un gran entusiasmo tras su proyección, y huele a premio por todos lados, en especial para su portentoso protagonista Roberto Álamo. Si bien, las coincidencias personales con el notable trabajo de Álamo se mantienen, por lo demás advertimos una película que con una trabajada factura técnica y un guion bien desarrollado, resulta irritante en su primera parte, en la que el humor está introducido con calzador y se perfilan unos personajes llenos clichés y que navegan por la senda de los lugares comunes. Es una película con pulso, pero al mismo tiempo se advierten cojeras de guion y ciertos cabos sin atar. En cualquier caso, hará las delicias de quien disfrute de este género y desde ya huele a premio en el palmarés del sábado. Especial mención a ese secundario de lujo que es Javier Pereira y que firma un personaje único.

Terminamos la jornada con una auténtica joya. Paul Verhoeven, realizador holandés, conocido por "Instinto básico", ya sorprendió en Cannes con su última película "Elle", consiguiendo las máximas alabanzas del certamen galo, hasta tal punto de conseguir ser la mejor valorada de todo el festival. No es para menos, tras sus anteriores trabajos, irregulares ejercicios, Verhoeven vuelve en muy buena forma, configurando una película absolutamente única. Sus destrezas viajan por el humor más negro articulando momentos que viajan entre la abrumación y el descaro, todo ello bajo un pulso siempre firme y un ejercicio técnico envidiable. La película se mantiene en todo momento, y la grandiosidad de su ingenio persiste de principio a fin, todo al servicio de Michèle Leblanc, ese personaje único, que transita por los lugares más oscuros de la humanidad con absoluto desparpajo y plantea reflexiones que traspasan numerosas fronteras morales. Esta creación queda perpetrada en la retina y no se despega de tu cabeza, porque pocas veces se vertebra un ejercicio tan original como apasionante marcando un verdadero hito en la creación cinematográfica contemporánea. Y como no, para darle voz y cuerpo, allí está ella, una de las actrices más inmensas del mundo, una Isabelle Huppert que una vez más brilla y en esta ocasión con más fuerza, si cabe, en uno de los mejores trabajos interpretativos de los últimos años, y que esperamos recoja numerosos galardones en los próximos meses. Una película que presumiblemente el tiempo colocará en su lugar como obra de culto.

Y volviendo a nuestro presente, nos despedimos hasta mañana que hablaremos de una jornada que a priori se presenta algo irregular....

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